Promotora Costarricense de
la Innovación y la Investigación: Reflexiones a posteriori de la aprobación del
proyecto
Por José María Gutiérrez - 27
Febrero, 2021
Laboratorio UCR. Archivo
Recientemente fue aprobado en la Asamblea Legislativa el proyecto de ley
que transforma el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y
Tecnológicas (CONICIT) en la Promotora Costarricense de Innovación e
Investigación. La tramitación de este proyecto, el apoyo que recibió por parte
de las autoridades de ciencia y tecnología, y las reacciones que motivó en la
comunidad científica ofrecen insumos importantes para la reflexión. Presento a
continuación algunas consideraciones, con la idea de que contribuyan a generar
más discusión sobre el tema de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI).
Visiones encontradas del desarrollo de
la ciencia, la tecnología y la innovación
Las discusiones alrededor de este proyecto dejaron ver diferentes
visiones de los rumbos que debe tomar el desarrollo de la CTI en el país. Más
allá de la retórica que busca mostrar consensos donde no los hay, aparecen en
el escenario nacional visiones contrapuestas sobre este tema. Por un lado, se
nos presenta una concepción de que la CTI es básicamente un instrumento de
desarrollo económico. Esta perspectiva, que permea la médula del proyecto
mencionado, centra la prioridad de los procesos de desarrollo y transferencia
tecnológica e innovación hacia la provisión de insumos para el fortalecimiento
del sector productivo y, más específicamente, del sector productivo
empresarial. El conocimiento, desde esta perspectiva, es básicamente un elemento
para el crecimiento de la economía y, en particular, de cierto sector de la
economía.
Para muestra un botón: en las versiones iniciales de dicho proyecto no
se incluía la ciencia entre los objetivos de la Promotora y solamente se
asignaba un puesto para la comunidad científica en la integración de la junta
directiva, dominada por cámaras empresariales. Que esto cambiara parcialmente
en la versión final del proyecto se debe a la presión ejercida por la comunidad
científica nacional, no a la visión de quienes gestaron y promovieron el
proyecto de ley.
Frente a esta concepción emerge una visión alternativa que parte del
concepto de que la CTI constituye un conjunto de componentes de carácter
sistémico, los cuales deben ser vistos y promovidos integralmente. El complejo
CTI incluye la generación de conocimiento básico a nivel de ciencias naturales
y sociales, el desarrollo tecnológico y la transferencia de tecnología a
sectores de la sociedad que demandan este conocimiento, la innovación, y el
fomento de una cultura científica que socialice el conocimiento y contribuya a
forjar una ciudadanía informada y crítica. Se trata de un engranaje complejo
que va desde la generación de conocimiento fundamental, por medio de la
ciencia, hasta la aplicación de dicho conocimiento de muy diversas formas y en
beneficio de amplios sectores de la sociedad.
Desde esta perspectiva, la innovación, el desarrollo tecnológico y la
transferencia de tecnología son fundamentales, pero son solo algunas piezas de un
engranaje mucho más complejo. Esta visión sistémica e integral de CTI demanda
un delicado equilibrio entre los diversos componentes del sistema, incluyendo
la ciencia básica. Además, los beneficios del conocimiento no solo deben
permear al sector económico, sino también a muchos otros ámbitos de la
sociedad. Por ello, la excesiva priorización en algunos de los componentes va
en detrimento del carácter holístico que debe prevalecer en la CTI. Sin una
ciencia básica fuerte, apoyada desde el estado, que genere ideas realmente
novedosas, la innovación y la transferencia de tecnología serán muy limitadas.
Esta concepción integral de CTI es la que ha privado en los países donde la
ciencia y la tecnología se han insertado como elementos esenciales para generar
prosperidad y equidad.
Existe un evidente distanciamiento
entre las autoridades de CTI y la comunidad científica nacional
Uno de los aspectos que más llamó la atención durante el proceso de discusión
de este proyecto fue la evidente escisión y distanciamiento que existe entre
las autoridades políticas de CTI y la comunidad científica nacional. Para
quienes integramos esta comunidad fue muy claro, desde un inicio, que el
proyecto de marras tendría un impacto negativo para la ciencia del país. Eso lo
manifestaron tanto la Academia Nacional de Ciencias como el Consejo
Universitario de la Universidad de Costa Rica, así como diversos sectores del
ámbito científico, en foros y artículos. Lamentablemente estas opiniones no
recibieron la atención debida por parte de las autoridades de CTI, ni de las
señoras y los señores de la comisión legislativa que promovieron este proyecto.
No fue sino hasta el final, ante la presión de investigadoras e investigadores,
que se introdujeron algunos cambios. Esto ha generado molestia y decepción en
un amplio sector de la comunidad de ciencia y tecnología.
Lo anterior revela un distanciamiento notorio entre la comunidad
científica y las autoridades nacionales de CTI. Esto no es nuevo, ya que desde
hace décadas quienes trabajamos promoviendo la investigación científica hemos
observado un desinterés evidente, de parte de los sectores políticos, por las
necesidades, limitaciones y urgencias que tenemos en nuestro campo. El Informe
del Estado de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, elaborado por el
Programa Estado de la Nación, fue muy claro en este sentido, al detectar una
disyunción entre los planes oficiales de CTI y las áreas científicas en las que
el país ha acumulado fortalezas. Esta dislocación es un problema importante que
se debe reconocer y atender, porque limita seriamente el desarrollo de la CTI.
¿Cómo fortalecer la ciencia en Costa
Rica?
El escenario arriba descrito nos obliga a replantearnos el tema de cómo
fortalecer la ciencia en el país. De prevalecer el modelo ‘economicista’
descrito, aunado a la creciente reducción de la inversión pública en este y
otros ámbitos esenciales, es muy probable que la ciencia costarricense se
debilite paulatinamente en el futuro cercano. La comunidad científica y el país
en general debemos evitar que esto ocurra. Pero ¿qué hacer? La pregunta invita
a procesos de reflexión colectivos. A continuación, presento algunas
consideraciones al respecto.
§ Generar instancias de organización de
la comunidad científica: Es evidente que las autoridades nacionales de
ciencia y tecnología, y la clase política en general, no le han dado la
prioridad debida al desarrollo científico nacional. Ante esta realidad, la
comunidad de investigadoras e investigadores debe movilizarse para gestar
formas novedosas de organización, con el fin de promover la ciencia en el país.
En esto tiene un importante papel que jugar la Academia Nacional de Ciencias,
pero también otras formas de organización del sector. Por ejemplo, un grupo de
investigadoras e investigadores está gestando la creación de un colectivo de
personas jóvenes, que inician su carrera, de manera que sirva de punto de
encuentro para compartir inquietudes y desarrollar iniciativas que les permitan
consolidarse en dinámicas de creación científica. Es necesario que la comunidad
científica sea más proactiva en acciones de carácter político que promuevan la
ciencia y en participar más activamente en la vigilancia de procesos
legislativos que atañen a su campo de trabajo. Ello implica también presionar a
los sectores políticos de CTI para que asuman una visión más integral. Se
requiere poner en marcha amplios procesos de discusión sobre el desarrollo de
la CTI que conduzcan, entre otras cosas, a afirmar la relevancia de la
investigación científica para el país.
§ Defender la autonomía y el presupuesto
de las universidades públicas: Las universidades públicas son, con
mucho, el principal reservorio de ciencia y tecnología del país. Estas
instituciones, gracias a su autonomía, han sabido resistir las presiones
externas que intentan volcar la investigación al plano económico
prioritariamente. Las universidades públicas han desarrollado una agenda de
investigación integral, que fomenta el desarrollo equilibrado de las ciencias
básicas, las ciencias sociales, las tecnologías, las letras y las humanidades.
Y también han sabido proyectar este cúmulo de saberes a diversos sectores de la
sociedad. Ha sido gracias al esfuerzo sostenido de estas universidades que el país
cuenta con colectivos fuertes en varias áreas del conocimiento. Y esto se ha
efectuado muchas veces a contrapelo de las políticas oficiales nacionales de
CTI. Pero las universidades están siendo sometidas a procesos de acoso externo
sin precedentes, que tocan aspectos esenciales de su autonomía y que debilitan
su financiamiento. El efecto que estos procesos tendrían sobre la ciencia
nacional puede ser devastador. Por ello, una acción política clave, no solo de
las comunidades universitarias sino del país en general, es la defensa a
ultranza de la autonomía universitaria y del presupuesto de estas
instituciones. Así mismo, es esencial mantener la filosofía integral de
desarrollo académico y científico en ellas.
§ Fortalecer el colectivo de
investigadoras e investigadores del país: El eje central de cualquier proceso
de desarrollo de CTI es contar con un colectivo de personas muy bien formadas
en el país y el exterior, comprometidas con la investigación científica y
tecnológica. Costa Rica, sobre todo a través de las universidades públicas, ha
logrado consolidar una comunidad científica, pero la misma adolece de falta de
redundancia, y presenta problemas de brechas de género, relevo generacional y
endogamia académica, como lo señaló el informe del Estado de la Ciencia, la
Tecnología y la Innovación. Las crecientes limitaciones fiscales y las
restricciones presupuestarias perjudican la contratación de personas jóvenes
bien formadas y muchas de ellas han optado por trabajar en el extranjero.
Además, el sector privado ha sido muy omiso en cuanto a ofrecer oportunidades
para personas que trabajen en investigación. Todo esto obliga a gestar formas
ingeniosas y creativas para abrir espacios a las nuevas generaciones de
investigadoras e investigadores del país. Cómo hacerlo es una tarea que
requiere compromiso, creatividad y voluntad política. En buena medida, el
futuro de la CTI nacionales depende de ello.
§ Gestar formas novedosas de
financiamiento de la investigación: La crisis fiscal del país, la
reducción de los presupuestos universitarios y las políticas erráticas de
ciencia y tecnología han hecho que el porcentaje del PIB dedicado a
investigación y desarrollo en el país se haya reducido a valores cercanos al
0,4%, más bajos incluso que el promedio de América Latina. Ello demanda
esfuerzos creativos de diverso tipo en procura de formas novedosas de
financiamiento de la investigación. Se requiere desarrollar mejores destrezas
de captación de recursos externos para la investigación, mediante alianzas
internacionales y un mejor conocimiento de las oportunidades que ofrece el
universo global de la ciencia y tecnología. El sector privado debe
comprometerse mucho más en este tema del financiamiento y se deben promover
incentivos fiscales para el apoyo de la ciencia. El problema invita a nuevas
formas de financiamiento en el país, como podría ser asignar un porcentaje del
presupuesto de algunas instituciones autónomas para investigación en áreas de
su interés. Además, se plantea la necesidad de establecer un tributo a las empresas
de zonas francas para apoyar la ciencia y la tecnología nacionales. Es una
responsabilidad que este sector tiene con el país.
§ Forjar colectivos de investigación y
fomentar alianzas internacionales: La ciencia hoy día funciona con base en
emprendimientos de carácter inter- y trans-disciplinario
alrededor de temas complejos. Debemos avanzar hacia formas de trabajo
colectivas donde las fortalezas de los grupos compensen las debilidades. Así
mismo, se requiere fortalecer una política de alianzas académicas
internacionales, que permitan a nuestros grupos acceder a proyectos y
facilidades con las que no contamos en el país, así como a financiamiento
compartido. Para esto, debemos depurar cada vez más la calidad de nuestro
trabajo científico y tecnológico. Conviene también fomentar los nexos con la
diáspora científica costarricense ubicada en muchas instituciones en el mundo,
la cual ha mostrado una excelente disposición por vincularse con los esfuerzos
científicos del país.
§ Fomentar la participación ciudadana en
el fortalecimiento de CTI: La propuesta economicista de CTI únicamente
concibe a los sectores productivos empresariales como los beneficiarios del
conocimiento científico-tecnológico. Esta visión reduccionista requiere ser
sustituida por la concepción de que la CTI debe permear a todos los sectores de
la sociedad, no solo en el plano económico, sino también en los planos social,
cultural, ambiental y otros. Y entender que la ciencia, como forma de
comprender la realidad, es parte de la cultura. Para ello se requiere fomentar
la educación científica y los vínculos de la comunidad de investigación con
amplios ámbitos de la sociedad, así como promover el conocimiento científico de
la realidad como un auténtico insumo para mejorar la calidad de vida. Además,
es necesaria la creciente participación ciudadana en las discusiones y tomas de
decisión sobre temas relativos a la CTI.
A manera de conclusión
Costa Rica está inmersa en procesos políticos en los que se deciden
aspectos esenciales para el futuro del país, incluyendo cuál será el papel de
la CTI en el desarrollo nacional. Las visiones que subyacen detrás del proyecto
de la Promotora Costarricense de la Innovación y la Investigación no son muy
halagüeñas para la ciencia del país. La comunidad nacional, incluidos los
sectores de investigación en ciencia y tecnología, debe reflexionar
críticamente sobre los rumbos que lleva y debería llevar la CTI nacional. Solo
una decidida y activa participación de la comunidad de ciencia y tecnología, y
de la ciudadanía en general, podrá garantizar que la CTI se consolide
integralmente, reciba el apoyo político que requiere y aporte a un desarrollo
centrado en la prosperidad, la equidad y la solidaridad, el cual beneficie a
toda la sociedad y no solo a algunos sectores.
(*) José María Gutiérrez, Profesor Emérito, Universidad de Costa
Rica.