Boletín de Ciencia y Tecnología N° 218
Febrero 2021
El legado del guarumo
Guarumo (Cecropia peltata),
representado en el escudo del Conicit, es un árbol tropical pionero, crece en
los suelos degradados, en piedra desnuda, en grietas de edificaciones
abandonadas, en fin, donde solo hay sustrato elemental. Su noble función: hacer
suelo fértil para que se desarrollen otras especies. Su mayor necesidad es la
luz solar, crece rápidamente y genera muchas hojas, que caen constantemente y en
pocos días se integran como humus. Es hogar de hormigas que colaboran en
regenerar y oxigenar el suelo; se vincula con muchos otros organismos, aves y
mamíferos comen y dispersan sus frutos, a la vez que traen semillas de otras
plantas, que bajo su sombra encuentran el hábitat ideal para prosperar.
Guarumo
es tan útil como frágil, vive hasta que ha generado condiciones que permitan a
otras especies sobrepasarlo, algunas veces factores externos como tempestades
lo pueden abatir, de cualquier forma sigue aportando,
su fuste es el tributo final: abre una franja de luz y se integra rápidamente
al suelo. En realidad, nunca desaparece, se transforma de tierra yerma a
vegetación densa, y en caso ideal en ecosistemas diversos y productivos, esto
último depende principalmente de sus colaboradores: qué tipo de semillas han
logrado llevar a germinar bajo el guarumo: de árboles que acidifican el suelo y
carecen de fruto comestible, o semillas de plantas fijadoras de nitrógeno y generadoras
de abundantes interacciones mutualistas.
El
guarumo no es centenario como un guayacán o un almendro, pero su herencia puede
ser milenaria.
En
casi cincuenta años, nuestro guarumo ha forjado sustrato fértil, a su alrededor
han germinado y crecido semillas buenas, que aportan al medio. El entorno
creado aún es endeble para que especies como empresas de base tecnológica
puedan prosperar, interactuar y dar el fruto abundante que tantísimo urge hoy.
Se sabe que naturalmente es un proceso lento, azaroso, de generaciones; pero
ante la apremiante tormenta económica, ambiental y social es vital acelerar un
hábitat muy productivo. Error frecuente es pensar en toneladas de fertilizante,
la solución se encamina por identificar metódicamente las especies idóneas para
lograr un ecosistema sostenible y de ellas seleccionar las mejores semillas,
cuidarlas con el legado del guarumo, integrar catalizadores que impulsen ciclos
virtuosos, hacer proyecciones y administrar riesgos para poder dar cuenta de la
cosecha.
Siento
que el guarumo es la planta "ingeniera" por excelencia: busca la luz para
resolver con lo que exista. Es como el ingeniero que ante la ausencia de hierro
diseña puentes de madera o bambú, que, ante montañas de datos dispersos,
desarrolla algoritmos para extraer información útil; que se las ingenia para
potabilizar agua, y que resuelve la carencia de suelo fértil procesando lo que
otros ven como basuras.
Hoy
la realidad obliga a sacar la casta de guarumo, en todos los ámbitos es
necesario el mejor esfuerzo, el óptimo, con los recursos existentes. Una
inquietud: ¿Qué niveles de proactividad y participación en los procesos de
cambio venideros serán pertinentes para promover el ecosistema requerido?
Para
quienes hemos estado vinculados al guarumo, en algunos casos la naturaleza del
trabajo puede implicar continuar con responsabilidades similares, como los
organismos que oxigenan el sustrato, en otros casos un cambio sustancial será
imperativo para generar aportes valiosos; sin embargo, no importa en que situación nos encontremos, únicamente forjando
relaciones mutualistas se logrará superar el monumental reto de que las
empresas costarricenses logren competitividad mediante ciencia, tecnología e
innovación. Seremos en la medida que cada uno sea.
Víctor
Rojas, colaborador Conicit.