Boletín
Nº 194 - febrero 2019
Mujeres pioneras contra el acoso
sexual en la ciencia
Para la revista Science, uno de los hitos de 2018 fue la
denuncia y persecución del acoso sexual en el ámbito científico. En EE UU, la
investigadora Julie Libarkin ha creado una base de datos abierta sobre casos
confirmados y la neurocientífica Beth Anne McLaughling ha impulsado el
movimiento #MeTooSTEM. Varias universidades españolas ya han estudiado el acoso
sexual en sus campus.
Elena Turrión | | 11
febrero 2019 08:00
Beth Anne McLaughling (tercera por la izquierda) recibe
el Premio MIT a la desobediencia por su labor contra el acoso sexual, junto a
otras abanderadas del movimiento #MeToo
El pasado mes de junio, las Academias Nacionales de Estados
Unidos de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NAS) publicaron un
informe que analiza el acoso sexual que sufren las mujeres que
estudian o trabajan en el ámbito científico. Según los resultados, más del 50 % del profesorado femenino en
ciencias, ingeniería y medicina ha sufrido acoso
sexual o laboral.
Para Julie Libarkin,
científica del Departamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la
Universidad Estatal de Michigan, las cifras son muy relevantes, pero cuando se
trata de pasar a la acción y denunciar a los agresores no solo basta con
conocer los porcentajes.
Por eso, poco antes de que la llama del #MeToo prendiera
en Hollywood, creó una base de datos de acceso abierto sobre el comportamiento sexual inadecuado en
el ámbito académico. Nombres, apellidos, cargos, instituciones y un enlace
para que el usuario pueda verificar los hechos. Su documento, que empezó con
una docena de casos, ya suma más de 700.
"Para que
un caso aparezca en la base de datos debe ser información pública que previamente ha sido
publicada en los medios de comunicación o en documentos legales, y debe haber
evidencias que lo prueben",
declara a Sinc Libarkin.
|
Julie Libarkin
|
|
|
|
|
|
|
Por ejemplo, tiene que constar en los informes públicos del Título IX, la ley federal estadounidense que
establece la protección a estudiantes víctimas de acoso, hostigamiento sexual y
agresión sexual dentro o fuera del campus, en cualquier actividad académica,
educativa, extracurricular y atlética avalada por la institución. "Si algún
caso es revocado o si se produce una absolución legal, se retira
inmediatamente", añade.
La idea de crear la plataforma surgió a partir de una
experiencia personal. En una fiesta de jubilación en el campus donde trabaja,
un profesor emérito la acosó físicamente. Aunque la ley falló a favor de la
científica, en el trabajo todo se
mantuvo como si nada hubiese ocurrido.
"Mi acosador tiene una silla con su nombre en mi
departamento y tener que ver u oír su nombre es traumático. Mis compañeros no
entienden exactamente cuánto tiempo y energía he tenido que dedicar para
superar lo que pasó y no parecen estar preocupados porque pesan más los logros académicos", cuenta la
investigadora.
"Uno de los mayores problemas con la mala conducta sexual es
que no hay manera de saber si alguien pasó por eso antes que tú", sostiene.
"Por eso publiqué la base de datos como una fuente de acceso abierto".
El movimiento #METOO llega a la ciencia
Con el mismo objetivo -que las historias personales no se
pierdan en un mar de cifras- Libarkin creó también en 2018 la estructura de la
web de la campaña #MeTooSTEM,
fundada por Beth Anne McLaughling,
profesora de neurología en la Universidad de Vanderbilt.
"El objetivo de este sitio es que sea más difícil para las
personas en el poder, las sociedades científicas, los compañeros y los becarios
vernos como simples números durante este período crítico para las mujeres en
STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en
inglés)", se lee en la plataforma al acceder.
Beth Anne McLaughlin/ Wikipedia
|
Se trata de un espacio para que las mujeres compartan su
historia de acoso en primera persona. Una red de apoyo en la que
las usuarias pueden hablar de su experiencia pero no pueden mencionar a otras
personas o instituciones para evitar que se hagan acusaciones infundadas.
Fuera de
la página web, el #MeTooSTEM
sí ha alzado la voz para pedir
responsabilidades, siguiendo la estela del movimiento que le da nombre.
En los últimos meses, consiguió que la Asociación Estadounidense para el
Avance de la Ciencia no conceda honores a los hombres declarados culpables de
conducta sexual inapropiada. También logró organizar bajo su hashtag a miles de científicos para
que los Institutos Nacionales de Salud dejaran
de financiar a personas culpables de agresión sexual o conducta sexual
inapropiada.
|
|
|
|
Por llevar el #MeToo a las instituciones STEM, por dar voz y
fuerza a las mujeres y ayudar a las organizaciones a actuar contra el acoso, McLaughlin recibió en 2018 el Premio Desobediencia 2018 del MIT
Media Lab, un centro de investigación interdisciplinar dentro del
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
La investigadora comparte el galardón con Tarana Burke, fundadora del movimiento
#MeToo, y la científica Sherry Marts,
que ayuda a las organizaciones académicas y sin fines de lucro a ser más justas
e inclusivas.
"El movimiento #MeToo
representa un cambio radical en la cultura estadounidense, en nuestras
instituciones, en todos los ámbitos profesionales, académicos y políticos.
Estas tres mujeres están en primera línea de este movimiento, y su negativa a
retroceder o a ser silenciadas es lo que seguirá impulsando el movimiento hacia
adelante frente a todo tipo de oposición. Tenemos que apoyar ese tipo de
heroísmo", afirmó Joi Ito, director del Media Lab y cofundador del
premio
El #MeTooSTEM también ha sido reconocido como uno de los hitos del ámbito científico más importantes de
2018 por la revista Science. Según la publicación, "el acoso sexual en el ámbito
científico ha sido poco denunciado y, en gran medida, ignorado. Pero este año ha habido señales de cambio".
McLaughling ha sido una de las figuras determinantes al presionar a las
instituciones para que impulsen políticas contra el sexismo.
La misma revista Science
relata cómo la neurocientífica comienza sus charlas en público con 46 segundos de silencio, uno por cada
año que los institutos Nacionales de Salud (NIH) han financiado a científicos y
médicos sin comprobar si han violado el Título IX -el estatuto que prohíbe el
acoso sexual a los estudiantes-. Con ese silencio, McLaughling quiere "honrar a los cientos de mujeres
expulsadas de nuestros campus".
No son casos aislados
Mientras que la base de datos de Libarkin y el movimiento
#MeTooSTEM liderado por McLaughling han logrado personalizar las experiencias
de acoso y agresión en el ámbito académico, nuevos estudios revelan la magnitud
del problema y demuestran que no son casos aislados.
Según el citado informe de las Academias Nacionales de
Estados Unidos de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NAS), entre el 20 % y el 50
% de las estudiantes, un porcentaje que varía dependiendo del curso y la rama
científica a la que pertenecen, ha sido víctima de violencia
sexista tanto verbal como no verbal -como el desprecio o la venganza-.
"La
investigación demuestra cuán común y significativo es el problema del acoso
sexual en la educación superior",
declara a Sinc Frazier Benya,
encargada del Comité de Mujeres en Ciencia, Ingeniería y Medicina, División de
Políticas y Asuntos Globales de NAS y una de las participantes en la
investigación. "En concreto, revela que el acoso
de género (comportamientos que transmiten hostilidad, objetivación,
exclusión o estatus de segunda clase) es el tipo más común de acoso sexual",
añade.
Estos datos, basados en centenares de entrevistas,
encuestas, estadísticas e informes recogidos durante más de dos décadas,
demuestran que los empleados de instituciones académicas tienen la segunda tasa más alta de acoso sexual
en Estados Unidos solo por detrás de los militares.
"Las áreas en las que predominan los hombres -en las que
el número de hombres supera al de mujeres, en las que el liderazgo está
dominado por los hombres o en los que los empleos u ocupaciones se consideran
atípicos para las mujeres- tienen más incidentes de acoso sexual", afirma la
investigadora.
"La investigación también indica que en los entornos de trabajo jerárquicos, como
el militar y el académico, donde existe una gran diferencia de poder entre
los empleados y donde no se cuestiona a los altos cargos, tienden a tener
tasas más altas de acoso sexual", añade.
|
Cuadro de datos
|
Entre el 20 % y el 50 %
de las estudiantes estadounidenses ha sido víctima de violencia sexista
tanto verbal como no verbal
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Según Benya, esto influye en el número de mujeres que se
deciden por una carrera científica.
"Cuando los estudiantes experimentan acoso sexual, hay mayor ausentismo escolar,
abandono de clases, calificaciones más bajas y mayor tasa de abandono",
sostiene. Un aspecto aún más relevante si se tiene en cuenta que la ausencia de
investigadoras repercute sobre la calidad de la ciencia, como se
describía en un estudio publicado en 2017 Nature
Human Behaviour.
Aunque el informe concluye con una serie de recomendaciones
para hacer frente a este problema
sistémico, algunos científicos han subrayado que la propia NAS debería
empezar la oleada de cambios desde dentro. Tras analizar la base de datos de
Libarkin, el periódico The Washington Post
reveló que cinco hombres sancionados por acoso sexual siguen
siendo miembros de las Academias y tres de ellos investigan con financiación
pública.
Cuatro jóvenes se manifiestan a favor de la igualdad el
Día de la Mujer en EE UU/ Flickr
En las universidades españolas
El acoso sexual es un problema transversal que afecta a
instituciones de todo el planeta. En España, cuatro investigadoras de las
universidades de Barcelona, Girona y Rovira i Virgili publicaron en 2017 el
primer estudio sobre violencia de género en las universidades. Sus resultados
revelan que el 62 % del alumnado ha padecido o conoce a alguien que ha
sufrido violencia de género en la universidad.
"Esta lacra se conocía, pero nadie se atrevía a hacer
públicos estos datos y enfrentarse a ello", afirma Rosa Valls, profesora de Pedagogía Social de la Universidad de
Barcelona y una de las autoras del estudio, que precisa que se trata de un
secreto a voces que se ha normalizado durante años.
Según el
trabajo, en la gran mayoría de los casos reconocidos por los estudiantes
entrevistados, la víctima era una estudiante
mujer (92 %). En cuanto a los agresores, el perfil más común fue el de un
hombre (84 %) y estudiante (65 %). El 25 % de las personas que fueron testigos
de la violencia contra una mujer declararon que el agresor había sido un
profesor.
Cuadro de datos
|
El
62 % del alumnado español ha padecido o conoce a alguien que ha sufrido
violencia de género
|
|
|
Frente a esto, algunas universidades han dado el paso para
analizar la situación de su centro y tomar medidas en consecuencia. El pasado
mes de noviembre, la Universidad de Vigo presentó un informe en el que se
evalúa la situación del acoso sexual y por razón de sexo en la
institución. Entre las conclusiones principales del trabajo -en el
que han participado 1.106 estudiantes, 185 docentes e investigadores y 154
integrantes del personal administrativo-, destaca que el 25 % de las mujeres creen "bastante probable" sufrir acoso sexual.
Ese mismo mes, la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
publicó el primer informe sobre acoso sexual en el centro basado en una
encuesta de 21.000 personas. De ellas, el 8% de las
mujeres aseguraron haber sufrido acoso sexual dentro del campus.
En la mayoría de los casos, las personas encuestadas se referían a "acoso
ambiental", entre los que se incluyen chistes, bromas o piropos ofensivos de
carácter sexual, gestos y miradas lascivas, invasiones del espacio físico, o
comentarios u observaciones no deseados de carácter sexual.
|
|
|
|
Según Valls, para acabar con este problema, las
universidades españolas han de diseñar una estrategia en función de dos
pilares: la intransigencia ante cualquier situación de violencia y el
apoyo y la solidaridad con las
víctimas. El objetivo no es solo acabar con el acoso, sino también lograr un
entorno académico más igualitario.
"Desde la
ciencia, las mujeres y los hombres podemos aportar conocimiento para lograr una igualdad de género y para
que las niñas se encuentren unas universidades no solo menos sexistas, sino
también más científicas y humanas", concluye la investigadora.
Zona geográfica: Castilla
y León
Fuente:SINC
|
|