Boletín Nº 181 - Diciembre 2017
Así se eutanasia a los animales de
experimentación
Vidas que acaban en el laboratorio
En 2016 se realizaron cerca de 918.000 usos de
animales para fines científicos y docencia en España, de los cuales unos 50.000
no fueron reanimados. Los protocolos europeos para regular el dolor, el estrés
o la angustia, y para terminar con sus vidas son cada vez más estrictos y
transparentes para asegurar su bienestar hasta el último momento.
Adeline Marcos | | 16 diciembre 2017 08:00
Cirujanos maxilofaciales y plásticos, y otorrinos
practicando en el Hospital de La Paz de Madrid, un trasplante facial a una rata
para después aplicarlo en humanos y reconstruirles cara y cuello, después de un
accidente o un tumor./© EFE
Una inmersión en un poco de cerveza o en una solución de
alcohol etílico al 5% es suficiente para calmar e inmovilizar a pequeños
caracoles que han servido en experimentos científicos. Después se los sumerge
en alcohol al 95% para acabar con sus vidas, en un procedimiento en el que en
ningún momento muestran sufrimiento o angustia.
Esta es la
manera "más humana" -además de económica y accesible- que ha encontrado un
equipo de investigadores del State University of New York College of
Environmental Science and Forestry (EE UU) para eutanasiar
a estos diminutos invertebrados de tierra, considerados buenos indicadores del
estado del medio ambiente. El proceso, que fue portada en el Journal of the American Association for Laboratory Animal Science,
es similar al que se usa en animales domésticos cuando los veterinarios sedan a
perros y gatos antes de administrarles una dosis letal de eutanasia.
"Existen en la actualidad
protocolos estrictos en la investigación con ciertos animales. Tenemos que
estar seguros de que no sufren y de que son tratados humanamente", dice Cody Gilbertson, coautora del
estudio. Pero los invertebrados son uno de los grupos animales menos usados
en experimentación animal.
Ratones,
peces cebra y aves de corral ocupan los primeros puestos de la
clasificación, en una larga lista en la que también se incluyen, entre otros,
ratas, conejos, cerdos, perros, gatos e incluso primates no humanos. De estos
últimos, representados solo por macacos, se hace menos del 0,02% de los usos.
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En 2016 se produjo un aumento de los
usos animales (ratones en el 95%) destinados a profundizar en los
conocimientos en el campo del cáncer humano
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"La Unión Europea es la más estricta con la utilización de primates.
La Directiva
Europea 2010/63 estableció condiciones muy rigurosas en cuanto a los tipos
de investigación e inspecciones, e incluso prohibió la utilización de grandes
simios, que en la práctica ya se habían dejado de emplear hace algunos años. En
EE UU ya se empieza a limitar el uso también", constata a Sinc
Javier Guillén, director para Europa y América Latina de la AAALAC
International.
En el caso de España, las cifras del uso de animales para la
experimentación científica se han estabilizado e incluso tienden a reducirse de
año en año en función de la especie y del tipo de investigación. Según el último
informe de experimentación animal del Ministerio de
Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, en 2016 se produjo, no
obstante, un aumento de los usos animales (ratones en el 95%) destinados a
profundizar en los conocimientos en el campo del cáncer humano.
En total el
año pasado se realizaron 917.986 usos -539.974 en ratones (59%), seguidos de
peces cebra (101.422, es decir el 11%) y aves de corral (89.795, es decir el
9,78%) -. El número de usos de animales de compañía fue de 1.083 en perros y
358 en gatos.
Dos ratones de laboratorio, uno de ellos con signos de
obesidad. / EFE
"Solo se utilizan animales como sujetos experimentales en
casos en los que no existe una alternativa factible y siempre el mínimo número
posible", asegura a Sinc José Vicente Torres-Pérez,
investigador en la School of Engineering
and Materials Science de la
Queen Mary Universidad de Londres (Reino Unido).
De hecho, la experimentación animal se rige por el principio de las tres erres, uno de los ejes básicos del
concepto de protección animal en investigación. Se trata del reemplazo de
animales por otras opciones; la reducción de su número; y el refinamiento de
las actuaciones para mejorar sus condiciones de vida.
Cómo mejorar el bienestar
Es en este último punto donde entran en juego aspectos como
los sistemas de cría de los animales (estabulación), las condiciones
medioambientales controladas, la competencia del personal, la prácticas zooténicas (alimentación, higiene, etc.), el cuidado
veterinario y el estado de las instalaciones.
También se tiene en cuenta la clasificación de la severidad
de los procedimientos, desde leve (en el 52,48% de los usos), moderada (33,93%)
y severa (8,12%), hasta la nula recuperación del animal como sucede en 50.237
usos (5,47%).
"Es particularmente importante evitar el dolor físico
mediante analgesia y anestesia cuando sea necesario, pero también prevenir otro
tipo de sufrimiento, para lo que son fundamentales la socialización y los
espacios. Cada caso, en función de la especie y el procedimiento experimental,
deber ser analizado para impedir dolor, sufrimiento o angustia", confirma
Javier Guillén.
"Es importante evitar el dolor físico con
analgesia y anestesia, pero también prevenir otro tipo de sufrimiento, como
la falta de socialización", dice Guillén
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Los ratones -que constituyen el grupo con el mayor número
de usos- proceden en general de proveedores establecidos que los crían para
este propósito. "Esto garantiza que los animales estén en las mejores
condiciones posibles con cuidadores cualificados y experimentados. Además,
asegura que los animales estén libres de infecciones y parásitos, y sirve
para controlar la variabilidad genética, que podría enmascarar resultados en
los estudios", afirma Torres-Pérez.
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Una vez en las instalaciones del centro, un equipo de
veterinarios se encarga de garantizar el bienestar de los animales. Así, por
ejemplo, los 18 perros de la raza Beagle que se emplearon en un estudio
publicado en el International
Journal of Oral & Maxillofacial
Implants cumplieron un periodo de cuarentena
en el estabulario y se mantuvieron en condiciones
ambientales adecuadas.
"Cada día salían al patio juntos, puesto que son animales
sociales y tenían contacto con sus cuidadores. Además se les cepillaban los
dientes diariamente. La comida que se les suministraba tenía una consistencia
más blanda para que no tuvieran dificultades de alimentación", informa a Sinc Cosme Gay-Escoda, investigador del departamento de
Biología Celular de la Universidad de Barcelona (UB).
El objetivo del trabajo, aprobado por el Comité de Ética de
Investigación Animal de la UB, fue valorar las posibilidades de regenerar
los huesos en casos con poco volumen óseo en los que se necesite colocar
un implante integrado como soporte para una prótesis dental. En este
sentido, "los perros son un modelo experimental estandarizado para el estudio
de la regeneración de este tipo de defectos óseos", añade Gay-Escoda.
La intervención se realizó bajo anestesia general, pero
previamente se suministró a los perros un sedante, profilaxis antibiótica y
analgésica, "que se mantuvo en el posoperatorio para asegurar el control del
dolor", asegura el experto. Al finalizar los procedimientos científicos, si el
animal no puede recuperarse debido a la gravedad de los experimentos, se
procede a la eutanasia.
Un perro de cuatro años escucha la grabación de sus
ladridos en el laboratorio de etología, de la Universidad Eotvos
Lorand de Budapest, Hungría. / EFE
"Hay métodos de eutanasia aceptados legalmente para cada
especie, que minimizan el sufrimiento animal [anexo IV de la Directiva
2010/63]. Cualquier desviación de los métodos -por ejemplo, por necesidad
científica- debe ser autorizado por la autoridad competente", apunta el
director para Europa y América Latina de la AAALAC Internacional.
Cada vez mayor control
Aunque cada investigación supone un empleo diferente de los
animales, algunas requieren un uso ineludible del modelo animal, como sucede en
los estudios neurobiológicos o en los receptores del dolor. Pero "siempre
tratando de minimizar el sufrimiento y malestar de los animales", enfatiza Jose Vicente Torres-Pérez.
El investigador ha publicado recientemente un trabajo en el que se utilizaron ratas para probar un
tratamiento a partir del veneno de la tarántula que reduce el dolor producido
por las quemaduras. En este caso los animales tuvieron que ser anestesiados,
por recomendación de la International Association for the Study
of Pain (IASP), al tratarse de lesiones graves durante los
experimentos.
"Todos los
animales sometidos al modelo de lesión por quemadura fueron previamente
anestesiados con uretano y solo se llevaron a cabo los ensayos una vez
confirmada la ausencia de respuesta", especifica el científico. Durante todo
el procedimiento los animales estuvieron supervisados, se mantuvo su
temperatura y se monitorizaron sus constantes, pero no pudieron ser
recuperados y, siguiendo las directrices de la IASP, fueron eutanasiados.
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Ciertos estudios requieren un uso ineludible del modelo animal,
como sucede en los temas neurobiológicos o en los receptores del dolor
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Torres-Pérez realizó los experimentos en Reino Unido,
considerado el país que tiene el sistema de regulación más estricto del mundo
sobre el uso de animales en investigación. En España la investigación con
animales está regulada por el Real
Decreto 53/2013 y la Orden
Ministerial ECC/566/2015.
La trayectoria del científico hasta obtener la autorización
en Reino Unido para utilizar seres vivos en su trabajo no fue fácil. En primer lugar,
el estudio sobre el dolor tuvo que ser objeto de aprobación por el Comité de
Investigación y Cuestiones Éticas de la IASP; el proyecto tuvo que contar
además con la concesión de una licencia por parte del Ministerio del Interior;
y los procedimientos tuvieron que ser aprobados por los servicios veterinarios
del Imperial College de Londres, donde se realizó la
investigación.
"A nivel personal, tuve que realizar (y aprobar) los cursos
correspondientes en el Centro de Servicios Biomédicos de este centro británico.
Una vez con el certificado, pude solicitar mi licencia personal al Ministerio
del Interior del Reino Unido que me autoriza y capacita para realizar un
conjunto de técnicas específicas en determinadas especies animales", relata el
investigador.
Sin embargo, a pesar de los estrictos protocolos, la
información que llega a la sociedad sobre el uso de seres vivos para la
experimentación no es siempre correcta o completa, según los propios
investigadores.
"La sociedad es muy sensible al uso de animales en
experimentación. Generalmente la información que llega proviene de
organizaciones que se oponen, y es fácil favorecer la percepción de que los
animales sufren innecesariamente. El uso de ciertas imágenes fuera de contexto
es muy efectivo en este sentido", confiesa Guillén.
Transparencia en el uso de animales
Debido a las presiones por parte de la sociedad civil -a
veces incluso en forma de violencia, dice el experto-, los científicos tienden
a esconder su trabajo y no comunican los avances logrados con el uso de
animales Pero estos estudios favorecen a las personas, a los propios animales e
incluso al medio ambiente", recalca.
Por esta razón, en 2016 se aprobó el Acuerdo de transparencia sobre el uso de animales en
experimentación científica en España, promovido por la Sociedad Española para
las Ciencias del Animal de Laboratorio (SECAL) e inspirado en el Concordato
de Transparencia sobre la Experimentación con Animales del Reino Unido del
2014.
En 2016 se aprobó
el acuerdo de transparencia sobre el uso de animales en experimentación
científica en España
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"Aquí se ofrece a los científicos la posibilidad de poner
en conocimiento de la sociedad el trabajo que se hace con los animales,
siempre de acuerdo a los criterios ético-legales establecidos", señala
Guillén, para quien la información veraz y transparente es la mejor
estrategia para que la sociedad entienda los beneficios del uso de animales.
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El acuerdo, actualizado anualmente por la Confederación de
Sociedades Científicas de España (COSCE) en colaboración con la Asociación Europea de
Animales de Experimentación (EARA, por sus siglas en inglés), ofrece la posibilidad de
que todas las instituciones científicas se adhieran activamente -por ahora son
más de 100- y empiecen a promover acciones de transparencia, como la
publicación de una declaración institucional. "Además, se han posibilitado
visitas a animalarios, entrevistas y reportajes sobre el tema", indica Guillén.
En definitiva, la comunidad científica es la primera
interesada en evitar el sufrimiento, el estrés y el dolor de los animales.
"Además de las razones éticas y morales de cada individuo, estos factores
pueden influir en los resultados obtenidos", concluye Torres-Pérez.