Boletín
N°208 - abril 2020
"La mayoría de las virosis
emergentes se vincula con la modificación de los hábitats naturales de los
animales por parte de los humanos"
Posted by agenciacyta |
Abr 22, 2020
Así lo afirma Sandra Goñi,
investigadora del CONICET quien junto a colegas de la Universidad Nacional de
Quilmes busca desarrollar pruebas para el diagnóstico del nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
(Agencia CyTA-Fundación
Leloir. Por Bruno Geller)-. Hay
datos científicos que sugieren que el nuevo coronavirus (SARS-COV-2) tiene su
origen en alguna de las muchas especies de murciélagos de herradura, aunque
todavía faltan estudios para confirmarlo.
"La mayoría de las virosis emergentes se vincula con la modificación de
los hábitats naturales de los animales por parte de los humanos", afirma Sandra
Goñi, directora del Laboratorio de Virus Emergentes
(LVE) del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada (IMBA), que depende de
la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Un ejemplo bien contundente de una virosis
emergente es el virus Nipah. "Justamente la
modificación del ambiente natural de los murciélagos fruteros de la
familia Pteropodidae hizo
que se instalarán en granjas donde se criaban cerdos. En esta instancia, hubo
una oportunidad para un salto de especie que de otra manera no hubiera
ocurrido. Y de estos animales pasó al humano", afirma Goñi,
doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas y también investigadora del CONICET.
Nipah se detectó por vez
primera durante un brote de la enfermedad en Kampung Sungai Nipah, Malasia, en 1998.
Según la OMS, la infección por ese patógeno se asocia a un espectro de
manifestaciones clínicas que van desde un proceso asintomático hasta un
síndrome respiratorio agudo o una encefalitis mortal.
En diálogo con la Agencia CyTA-Leloir, Goñi describe la dinámica de virus emergentes, sus
investigaciones y su labor en un laboratorio de la UNQ que se convirtió en uno
de los 19 centros encargados de realizar pruebas para el diagnóstico de
coronavirus por disposición del Ministerio de Salud bonaerense.
Además de Nipah, está el
Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), la gripe aviar (H5N1), la gripe A
(H1N1) y la actual pandemia de la COVID-19 que tienen como denominador común un
virus que salta de animales a humanos, ¿resulta imprescindible modificar la
relación entre la humanidad y la naturaleza?
Es interesante ver que son todas zoonosis virales, es decir, virus de
animales que tiene la oportunidad de dar un salto de especie. Esto es posible
ya que dentro del anfitrión original se generan diferentes variantes (cuasiespecies), entre las cuales alguna podrá llegar a
tener la capacidad de infectar a un nuevo hospedador. De esta forma, para que
aparezca una epidemia humana (y luego potencialmente una pandemia) primero debe
existir el salto de especie y luego la adaptación al ser humano. Salvo el de la
gripe aviar mencionado, los animales que transmiten los otros virus son
mamíferos evidenciando una cercanía genética que facilita los eventos de salto
de especie y adaptación al ser humano. Además, la mayoría de las zoonosis
provienen de mamíferos que están muy distribuidos en el mundo como los ratones
y los murciélagos, que son reservorio de una enorme variedad de virus.
¿Cuánto lo propician factores culturales y cuánto
otras razones?
Seguramente, esta cercanía entre personas y animales en algunos casos
tiene lugar de manera natural en determinados pueblos y culturas, pero también
puede deberse al cambio climático, a la caza indiscriminada, al tráfico de
animales o a la deforestación. Estas epidemias o pandemias ponen en evidencia
estas realidades.
Uno de los virus que ha estudiado a lo largo de su
carrera es el virus Junín, causante de la fiebre hemorrágica argentina y cuyos
síntomas son fiebre, dolor de cabeza,
debilidad, dolores articulares y oculares y pérdida de apetito, entre otros.
¿Cómo las actividades humanas hicieron que este virus recluido en ratones
saltara a humanos en Argentina?
La fiebre hemorrágica argentina surgió en la década
de 1950 en un momento de crisis alimentaria, cuando Argentina puso a
disposición del mundo toda su capacidad agrícola a través del cultivo
masificado de maíz en la cuenca agrícola. Esto provocó que el ratón
maicero (Calomys musculinus),
reservorio principal del virus Junín, se reprodujera mucho. Los roedores se
acercaron a los hogares rurales y muchas familias terminaron infectándose.
Afortunadamente, para esta enfermedad hay una vacuna y tratamientos, siendo uno
de los grandes hallazgos una estrategia que se está analizando actualmente para
COVID-19 como lo es el tratamiento con plasma de inmunes o convalecientes.
Usted realizó estudios genéticos de este virus.
Sí, en 2011 publicamos un trabajo en Virus Research que
consistió en secuenciar fragmentos del genoma de diferentes muestras del virus
Junín. El estudio genético de los virus tiene importancia en salud pública,
puesto que el conocimiento de la variabilidad viral permite identificar las
cepas que circulan en determinado territorio. Además, conocer cuáles son las
características genómicas de las cepas circulantes y su relación con el grado
de severidad de la enfermedad, nos permite diseñar estrategias de vigilancia
epidemiológica que pueden ser útiles en la prevención de la aparición de nuevos
brotes de infección. Ahora, con mi grupo avanzamos hacia el diagnóstico rápido
de virus de la encefalitis de Saint Louis (SLEV) y la del Nilo Occidental (WNV)
que causan enfermedades emergentes transmitidas por mosquitos y que ya han sido
detectadas en Argentina.
En la actualidad, participa de la realización de
diagnósticos moleculares del coronavirus.
Sí, para COVID-19 estamos centrando nuestras
energías en llevar adelante un diagnóstico molecular en asociación con otros
investigadores de la UNQ. Participamos nueve investigadores. Lo que hemos hecho
es aprovechar nuestro conocimiento y habilidades en función de la necesidad del
momento pandémico que estamos atravesando. Armamos un laboratorio en la planta
de servicios biotecnológicos que reúne la infraestructura necesaria para
realizar el diagnóstico de la manera adecuada.
Sandra Goñi, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio
de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada, que
depende de la Universidad Nacional de Quilmes.