Consolidando el despojo: sobre el Informe de la Comisión del FEES

Por un lado, se habla de la necesidad de aumentar el número de becas para un mayor acceso, por otro, se dice que la educación superior no es gratuita ni obligatoria y que actualmente se está subsidiando a "los ricos"

By Carmen Caamaño Morúa (Instituto De Investigaciones Sociales, Escuela De Psicología, UCR) Jun 10, 2020 15:16pm

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La Comisión Especial que Estudie, Analice y Eventualmente Proponga Proyectos de Ley o Reformas en Relación con la Administración del FEES, Expediente Legislativo 21.05, es una comisión política que se creó en el marco de la crisis financiera y del impulso a una serie de leyes en contra del sector público para privatizar, flexibilizar, desregular y controlar.

Los miembros de la Comisión son nueve: Wagner Alberto Jiménez Zúñiga (PLN), quien funge como el presidente, y Pablo Heriberto Abarca Mora (PUSC), quien es el secretario de la Comisión. También encontramos a Yorleni León Marchena (PLN), Roberto Thompson Chacón (PLN), Sylvia Patricia Villegas Álvarez (PIN), Xiomara Rodríguez Hernández (PRN), Mario Castillo Méndez (PAC), Enrique Sánchez Carballo (PAC) y Erick Rodríguez Steller (Independiente). Se trata de una comisión conformada por un grupo heterogéneo, pero en el que encontramos una agenda neoliberal, por un lado, y conservadora, por el otro, lo cual, resulta sumamente perjudicial al evaluar los aportes de la educación superior pública en Costa Rica.

El informe que ha surgido de esa Comisión parte de prejuicios y, por tanto, no es objetivo; está dirigido a la reacción de la prensa, de la cual se alimenta. El texto está mal redactado y con un tono disciplinante, lleno de juicios de valor y deducciones poco fundamentadas, de condena a las universidades sobre la base de aspectos que han sido ya desmentidos y aclarados (por ejemplo el tema del superávit, o que las universidades se financian con deuda y que no entregan informes), pero que no son reconocidos porque hay una agenda previa que se quiere cumplir a toda costa: eliminar la autonomía para, con ese fin, disponer y decidir sobre los recursos universitarios, eliminar la libertad de cátedra y el pensamiento crítico para que prime una sola concepción de mundo, la del mundo empresarial.

Esto lleva a las y los diputados de la Comisión a plantear la privatización del conocimiento producto de la investigación, que ahora va a pertenecer a las empresas, que definirán, aún más, la agenda de las instituciones de educación superior. Mientras tanto, el aumento en el precio de la matrícula permitirá redefinir el mercado de la educación superior para que las universidades públicas estén al mismo nivel de competencia que las privadas, pues ya el Estado de la Educación señaló que este mercado es limitado.

Por un lado, se habla de la necesidad de aumentar el número de becas para un mayor acceso, por el otro, se dice que la educación superior no es gratuita ni obligatoria y que actualmente se está subsidiando a "los ricos", repitiendo algo que también ya ha sido desmentido por las universidades al mostrar que la mayor parte del estudiantado proviene de colegios públicos.

Se pretende que la universidad quede totalmente sujeta a las decisiones del gobierno de turno y a sus planes de desarrollo bajo parámetros de "eficiencia" y cuantificación que, a su vez, dependen de los intereses de los sectores empresariales, tal y como vemos actualmente con el gobierno de Carlos Alvarado.

Además, se propone que, dependiendo del ajuste o "alineamiento" de las universidades a estos planes, se otorgue presupuesto estatal, eliminando así toda posibilidad de disentir. Se desconoce el papel analítico y evaluador que juega la Universidad de Costa Rica cuando dictamina proyectos de ley, función que está establecida constitucionalmente y que ahora no tendría sentido si las universidades van a formar parte directa del Gobierno, tal como se propone, o a sufrir chantajes para garantizar el presupuesto. Además, se ignora la relación de las universidades con las instituciones públicas y la labor en comunidades, al plantear que no hay vínculo con el Plan Nacional de Desarrollo.

El informe presenta subtítulos que corresponden a la perspectiva subjetiva de quien lo redactó y, en algunos casos, lo que se plantea en el subtítulo ni siquiera corresponde con los contenidos de cada apartado (por ejemplo, al señalar "El mismo CONARE admite que es un órgano cerrado y que debe democratizarse", aspecto que no se encuentra en el informe).

El informe no refleja una labor sistemática, ni presenta evidencias que justifiquen las aseveraciones que se hacen. Incluso se omiten datos con el fin de que lo que se plantea coincida con las ideas de los legisladores.

Los temas que interesan: bajar salarios, privatizar y controlar a las universidades.

La excusa que se presenta una y otra vez es la necesidad de controlar los salarios universitarios, hacerlos "equitativos" entre universidades y entre el sector público, lo que justifica una Ley de Empleo Público y que se busquen fondos privados para el financiamiento de las universidades, con lo cual la labor del personal universitario queda sujeta a contratos temporales.

De hecho, se plantea que se aumente el número de estudiantes admitidos y que se mejore el rendimiento académico, pero al mismo tiempo, que se baje el rubro salarial con lo cual se apunta a la precarización, especialmente porque se ignora que la mayor parte del personal está en condición de interinato y no gana los altos salarios que tanto se critican.

Como estrategia para lograr su cometido, buscan poner al estudiantado en contra del personal docente y lograr el acuerdo de los rectores en este tema salarial, aspecto que fue otorgado con creces por Henning Jensen Pennington, quien sostuvo que el régimen salarial de la UCR es insostenible, pero nunca admitió la situación del personal interino.

La otra excusa que se utiliza es la necesidad de regionalización de la educación superior, pero en función de crear diplomados y carreras técnicas y no formación en áreas que permitan una educación integral que brinde más capacidades a las personas para propiciar el desarrollo de zonas rurales.

También, en nombre de la equidad, ponen a las universidades a competir por el presupuesto, de manera que este se reduzca para la UCR y la UNA.

Una agenda predefinida

La labor de la comisión se limitó a hacer acusaciones a las universidades, a confirmar las imputaciones a partir de preguntas tendenciosas, y a concluir lo que en primera instancia ya tenían los legisladores en su agenda. Esa agenda plantea una serie de sesgos una y otra vez, pues es definida por los informes sobre educación de la OCDE, el Informe de Academia de Centroamérica sobre las universidades (esta organización de la cual participa Rocío Aguilar, exministra de Hacienda y actual Superintendente de Pensiones, cuya opinión fue central para la Comisión), y el Informe del Estado de la Educación, que también toma sin cuestionamiento lo establecido por la OCDE.

En primera instancia, estos documentos solamente conciben a las universidades desde su labor de docencia, y la docencia solamente en función de matrícula y diplomas otorgados. Los datos entre universidades que se presentan en esos informes no son comparables entre sí pues no brindan las mismas carreras, desde las mismas perspectivas y programas, por lo que homogenizan datos que no se corresponden.

Estos informes tienen una perspectiva economicista y no una visión amplia de la labor de las universidades desde la docencia, la investigación y la acción social, y eso hace que se proponga cambiar la Constitución para que los intereses económicos sean prioritarios frente a la educación superior.

Desde esa perspectiva, asumen que hay un mercado que debe definir el mundo a partir de la técnica, de ahí que se desprecien una y otra vez las carreras del área de Ciencias Sociales. Por ello, consideran que la mejor universidad es el Instituto Tecnológico de Costa Rica, y a este buscan darle prioridad porque "hace mucho con poco", ha implementado el aumento en el costo de la matrícula y tiene las carreras acreditadas, ignorando los esfuerzos de las otras universidades públicas para hacerlo. La acreditación es considerada como el parámetro de calidad, sin considerar que aquella es un gran negocio que requiere de mucho dinero para concretarse y que favorece a ciertas agencias acreditadoras internacionales específicas que promueven la homogenización de programas, tal y como lo establece la OCDE, sin que estos necesariamente sirvan para el desarrollo nacional y local.

Además de presentar un proyecto de ley para transformar los artículos de la Constitución de la República que garantizan la autonomía universitaria y el otorgamiento de presupuesto por parte del Estado, los diputados buscan el ajuste total de las universidades a la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, atacar las convenciones colectivas en las universidades, establecer la rectoría gubernamental de CONARE, y establecer la Ley de Empleo Público para implementar los ajustes que garanticen bajar los salarios.

No es un informe bien intencionado como en varias ocasiones se proclama. Se trata de una agenda coherente con los sectores financieros y conservadores que han encontrado en el gobierno actual el mejor aliado para terminar de consolidar el despojo en medio de la crisis financiera y sanitaria que actualmente vivimos.

Esto lo han hecho con la ayuda de sectores dentro de la misma universidad que desde hace muchos años vienen abogando por aumentar la matrícula, dedicarse a la venta de servicios, formar empresarios, eliminar las Humanidades, las Ciencias Sociales y la Acción Social. Es la tendencia a convertir finalmente a las universidades en empresas, que es impulsada por los organismos financieros internacionales, Academia de Centroamérica y UCCAEP, y que apunta a eliminar cualquier vestigio de humanismo, crítica, libertad o deseo de emancipación. De paso, esto favorece los intereses de sectores conservadores para los cuales las Humanidades y las Ciencias Sociales son peligrosas.

Por supuesto que la Universidad tiene muchas desigualdades internas que resolver, las cuales se han incrementado en el marco de este modelo empresarial que se ha impuesto. Ya en otro artículo me referí a que la UCR no es humanista, democrática o autónoma (https://semanariouniversidad.com/pais/la-universidad-empresa-durante-la-pandemia/). Pero eliminar la autonomía, la libertad de cátedra y el presupuesto estatal de la Constitución Política implica la cristalización de la universidad-empresa, la pérdida de la libertad como aspiración del ser humano, la apropiación y el despojo de una institución construida a lo largo de muchos años por muchas personas, cuyo valor no se puede medir cuantitativamente.

Los últimos ocho años han significado deterioro, fragmentación y pasividad en la comunidad universitaria y, cuando el estudiantado se ha levantado, ha sido criminalizado, con lo cual la propuesta de la Comisión nos encuentra en un estado de gran vulnerabilidad. La dificultad para resistir se incrementa al estar centrados en la virtualización y el cumplimiento de tareas como si no estuviéramos viviendo una crisis sanitaria y un ataque directo a la institucionalidad.

Se requiere en estos momentos que la comunidad universitaria tome conciencia de lo que está sucediendo, que se manifieste y se organice en contra de las pretensiones de este sector político-empresarial que no hace más que minar cualquier vestigio del Estado social de derecho que, si bien imperfecto, al menos ha permitido la libertad del pensamiento.