Por: Keilor Rojas Jiménez 17 enero
La
generación de conocimiento
y la innovación son pilares
del desarrollo de los países. Esto,
al parecer, es de importancia marginal para los candidatos presidenciales. En sus programas,
son mínimas, o nulas, las referencias a conceptos como ciencia,
tecnología, innovación, investigación y desarrollo.
Lejos de continuar proponiendo
metas y soluciones inalcanzables, el objetivo del próximo gobierno
en esta materia
debería ser uno: aumentar los
recursos destinados a fortalecer los programas y proyectos científicos, de tecnología e innovación.
Concretamente, debería enfocarse en tres
áreas: 1) Incentivar la sofisticación tecnológica de las pequeñas y medianas empresas. 2) Incrementar el financiamiento a las actividades
de investigación y desarrollo.
3) Aumentar la disponibilidad
de talento humano especializado en ciencias e ingenierías.
Los
recursos del Fondo de Incentivos y el Fondo Propyme deberían
multiplicarse al menos por cinco. Para despegar, son necesarios entre
$10 millones y $20 millones
al año. Para lograrlo, debe incrementarse el presupuesto ordinario, así como
crear fondos sectoriales de investigación con aportes de otras instituciones públicas. Además, es estratégico
reformar la Ley 7169 que permita
a las empresas descontar del impuesto sobre
la renta parte de lo invertido
en investigación.
Debilidades de las pymes. La gran mayoría de las pymes nacionales presentan limitaciones para el desarrollo
de nuevos productos y servicios, débiles capacidades de absorción de nuevas tecnologías, así como
carencia de estándares de calidad que les permitan exportar o vincularse con empresas más grandes.
Por tanto, será
necesario proveer incentivos enfocados al desarrollo de nuevos productos y servicios tecnológicos y la obtención de estándares de calidad internacional. Asimismo, hay que apoyar los procesos
de aceleración de empresas en sectores tecnológicos
estratégicos y los procesos de protección de la propiedad intelectual.
El
país tiene una baja inversión
en actividades de investigación que no ha superado nunca el 0,6 % del PIB; además, la participación privada es limitada.
Hay pocos investigadores, baja productividad científica y un reducido número de patentes.
Para
revertir esta situación es necesaria
una provisión considerablemente mayor de fondos
para financiar proyectos de
investigación y desarrollo,
la creación de nuevos institutos de investigación avanzada e innovación y mayores fondos para equipamiento científico especializado.
Por otro lado,
la asimetría existente
entre la demanda y la oferta
de talento humano especializado se está convirtiendo, paradójicamente, en un obstáculo
para la innovación y la competitividad.
Por tanto, debe invertirse en la atención de las necesidades, presentes y futuras, de más científicos e ingenieros.
Incentivos. La creación de nuevos incentivos atraerá y fortalecerá interacciones con talentos costarricenses altamente especializados que se encuentran en el extranjero. Fortalecer los posgrados nacionales en áreas estratégicas
así como
robustecer los programas de orientación vocacional y apropiación social
de la ciencia y la tecnología
es clave.
Por último, será
propio de esta nueva época la gran cantidad de avances tecnológicos así como su rápida asimilación en la población. Se avecinan cambios radicales en los
sistemas económicos, políticos, sociales y culturales, como
nunca antes. Ante esto, lo más estratégico es transformarse al ritmo de esa nueva
sociedad del conocimiento.
Ojalá el próximo presidente
tome en cuenta estas propuestas. La ciencia, la tecnología y la innovación no deben constituir un fin en sí mismos, son una base fundamental para lograr una Costa Rica más competitiva y próspera para todos.
El
autor es exviceministro de Ciencia y Tecnología.