Corrupción en la investigación científica, un
problema estructural
La obtención y gestión de los recursos públicos
para la investigación no es todo lo transparente que debería. ¿El mal uso de
eso fondos lo podríamos considerar corrupción?
ALFREDO CARO MALDONADO
ES DOCTOR EN BIOLOGÍA CELULAR, EN @CIENCIAMUNDANA
PUBLICADO
2019-07-15 06:00:00
La ciencia y la tecnología no son los temas que más interesen a la
ciudadanía. Tan sólo un 16.3%, según la FECYT, por debajo de los viajes, y por supuesto
los deportes. Sin embargo, más de un 60% de la población considera la ciencia
como beneficiosa y sólo un 6% la considera más perjudicial que beneficiosa. Por
tanto, se puede asumir que la población española considera que la investigación
y el desarrollo, la I+D+i, está infravalorada y sobre
todo infrafinanciada. No es para menos, en España se
invierte alrededor del 1.2% del PIB, mucho menos del 2% de la media europea.
Ese 60% de la población considera que invertir más en investigación
llevará a una sociedad más "avanzada" con una economía diversificada,
competitiva y con empleos de calidad. Y eso es lo que vemos en los países
europeos con un estado del bienestar más desarrollado. Sin embargo, en mi
opinión, esta tesis que presupone una relación simple entre más inversión en
I+D y una mejor sociedad es, cuanto menos, "cuestionable". Más bien parece
una ensoñación socialdemócrata, que considera que aumentando la "productividad"
(con la I+D+i) se conseguirán mejores condiciones
sociales a la vez que se sostiene el libre mercado. Esa productividad derivada
de las mejoras tecnológicas no significa otra cosa que aumentar la explotación
a través de la extracción de plusvalía relativa, es decir, echar las mismas
horas produciendo más.
De todas maneras, mucho o poco, España invirtió en el 2018 más de 6000
millones de euros en investigación civil y, como cualquier dinero público que
va a manos de servidores públicos, este debe ser auditado y transparente en su
uso, y cualquier malversación de esos fondos debería ser considerado
corrupción, cosa que no suele ocurrir en investigación.
¿Cómo se consiguen fondos para la investigación?
A los investigadores ya establecidos se les evalúa no sólo el proyecto
(su calidad, innovación, realismo, etc.) sino su credibilidad, en base al "peso"(factor de impacto, "calidad" y
número) de esas publicaciones.
Formalmente, para recibir financiación, los laboratorios y los
investigadores tienen que enviar proyectos que serán revisados por otros
investigadores, por "pares", o por comisiones de expertos de manera
teóricamente imparcial y objetiva. La realidad es que, al no ser totalmente
anónimos, tanto favoritismos como rencillas afectan cotidianamente a la
concesión de esa financiación. Es común saber con antelación si te han
concedido o no un proyecto; que se hagan llamadas para que se cambien a última
hora los criterios de tal convocatoria pública; que el que evaluó aquel
proyecto que te dio una plaza te diga al poco, "oye, muy bueno tu proyecto, no
lo olvides"; o lo más típico, proyectos
o convocatorias de plaza en universidades ad hoc, las llamadas plazas con bicho
(convocatorias a la carta), como denuncia el colectivo de Transparencia universitaria,
por ejemplo.
También es muy habitual que el capital privado financie a laboratorios
públicos. Un ejemplo reciente es el del escándalo del médico José Baselga,
que recibió millones de dólares de farmacéuticas y no declaró el conflicto de
intereses. José Baselga pudo olvidar ese "pequeño"
detalle porque es visto como algo burocrático. Pero no es de extrañar que
apenas cuatro meses después de ser obligado por ese motivo a abandonar el Sloan Kettering termine
dirigiendo la sección de oncología de la farmacéutica AstraZeneca, en una clara puerta
giratoria científica. Por otro lado, es muy sorprendente que el escándalo se
haya centrado en esa no declaración, cuando el problema viene de la
financiación per se que sesga tanto los
resultados de la investigación como la objetividad a la hora de prescribir un
medicamento u otro. La financiación de la investigación está llena de
"pequeños" detalles.
Entonces tenemos por un lado dopaje a través de financiación privada,
que nunca será exclusiva en la investigación académica y, por otro, directa
manipulación de los resultados, que permitirá a esos investigadores publicar
antes y "mejor", con el propósito de conseguir plaza y nuevos proyectos de
investigación como veremos en los siguientes ejemplos.
Ejemplos de fraude en el sistema científico español
Esta manipulación, de una gran escala de grises, afecta a la calidad y
reproducibilidad de los resultados, imprescindible para que las conclusiones
sean sólidas. Por suerte, existen plataformas como Pubpeer
que ayudan a desenmascarar los casos de falsificación de resultados más burdos
que son probablemente solo la punta del iceberg. Si consultan Retractionwatch,
Pubpeer
o la página del periodista Leonid Schneider verán que son
muchísimos los casos de fraude científico, de lo que no se libran incluso
premios Nobel.
Por ejemplo, el Nobel Jack W. Szostak dijo
haber descubierto una proteína que podría explicar un misterio del origen de la
vida. Sin embargo, esto no pudo ser replicado, debido a que se habían "malinterpretado los resultados". ¿Cómo puede pasar
esto? ¿No se supone que los controles en la revisión por
pares debería impedir que eso pase? ¿Lo hicieron los investigadores a
propósito?
La Dra. Sonia Melo hizo, como yo, la tesis en el Institut
d’investigació biomédica de Bellvitge
(IDIBELL), de carácter público, bajo la supervisión de Manel
Esteller. En 2009, publicó un artículo de
investigación en la prestigiosa Nature Genetics. En 2016 Nature retiró
el artículo porque tenía unas figuras duplicadas. Aunque es un hecho bastante
grave, según las investigaciones internas llevadas a cabo por la revista y el
IDIBELL, "las conclusiones del trabajo son todavía válidas". Siete años se
tardó en detectar un error tan burdo. Varios artículos de Melo con Esteller, y de Esteller sin Melo,
son sospechosos de manipulación y cuatro
han sido retractados. Todos en revistas de gran prestigio.
"El centro de investigación le dijo al periodista Leonid Schneider que no iba a investigar el resto de
artículos publicados por Melo y Esteller porque ella
ya no trabajaba allí. Sin embargo, es el autor principal, Esteller,
el que se estaba beneficiando por esas publicaciones. Esa publicación, y otras
que estaban en cuestión, le permitieron a Melo ganarse un buen dinero y
prestigio. Melo continuó su carrera investigadora en la Universidad de Texas
donde publicó al menos otros cinco artículos con claros signos de "fallos"
(manipulación y duplicación) en las imágenes."
Una de las publicaciones, en Nature, llevó a
que su jefe de Texas, la universidad, y Melo recibieran, gracias a los
supuestos descubrimientos de esa publicación, una inversión de 80 millones de dólares
de una empresa. Los mismos coautores de la publicación reconocieron que habían manipulado algunos datos para que
encajaran con los resultados esperados.
La EMBO, una organización para la investigación europea que aboga por la
excelencia científica, inexplicablemente le concedió a Melo un proyecto de 50
mil € al año por 5 años. Todo por sus excelentes publicaciones científicas.
Pero poco después EMBO atiende las acusaciones de manipulación de los datos y
fraude, y le retira la financiación.
A pesar de todo esto, un instituto público (I3S) portugués le da una
plaza en Oporto. Dos años más tarde, una multinacional farmacéutica, AstraZeneca, y la Sociedad portuguesa de oncología, le
conceden un importante premio. Lo que, en palabras del periodista Leonid Schneider, "significa, que no solo la academia
portuguesa, sino la gran industria farmacéutica internacional, confían en sus
habilidades con el Photoshop". En mi opinión, la ausencia de control que
permite que los que hacen trampas publiquen mejor sin apenas consecuencias
alimenta la bola de nieve.
Dicen las malas lenguas que en el laboratorio de Esteller
se oye: "Enséñame los resultados de los que hablamos. ¿Qué versión, la original
o la buena para el jefe?"
Otro caso de corrupción muy sonado fue el de Susana González, muy
parecido al de Sonia Melo. La gran diferencia es que González sigue trabajando
como funcionaria, ascendida a "Vicepresidencia de Investigación Científica y
Técnica, dependiente del presidente del CSIC" como se relata en esta noticia de El País.
Otro escándalo más reciente ha generado mucho debate: el del
investigador López-Otín.
En marzo del 2017 publiqué un artículo donde casualmente utilizaba como
ejemplo de pensamiento mágico en la ciencia la reflexión de uno de los investigadores más prominentes
de España, Carlos López Otín:
"La vida
será muy distinta dentro de 100 o 200 años. Jugando con la imaginación, podemos
decir que el ser humano tendrá los ojos mucho más grandes como corresponderá a
una cultura visual; contará con menos memoria y dispondrá de unos dedos más
estilizados para adaptarse a los teclados, a la digitalización del lenguaje".
Este pensamiento es propio de charlatanes, creacionistas y curanderos,
no de científicos. Pero es muy común. Demasiado. Y es que López-Otín parece que tiene mucha imaginación. Algo que ha
llevado a que se le retiren 8 publicaciones en las que figuraba como autor
principal. El motivo, según la revista JBC (en la cual fueron publicados), es
que se habían encontrado algunas imágenes manipuladas o duplicadas de manera
inapropiada. Todo un eufemismo para decir que durante más de una década su
grupo de investigación había estado utilizando en 23 publicaciones distintas la
misma imagen de un experimento.
Los investigadores dicen que los artículos
retirados han sido fruto de una persecución y un error. Otros, que él no estaba
al tanto y no puede controlar la veracidad de todo lo que se publica, que es
algo normal en laboratorios tan grandes.
En realidad, resulta bastante común que en los laboratorios el jefe
llegue con los resultados dibujados a partir de una hipótesis que se ha montado
a partir de un experimento, que cuadra muy bien con una teoría más general, que
has vendido estupendamente a la agencia financiadora de turno. Por ello, pides
una y otra vez a tu investigador predoctoral o
estudiante de máster (estos además pagan por trabajar) que repita el
experimento "todas las veces que sea necesario" porque "¿no será que te has
equivocado?". Estos trabajadores saben que su carrera depende de esa "banda",
una mancha un poco más oscura en una radiografía. De ese resultado que se pide.
Y hay mil formas de darle el gusto al jefe.
El culebrón López-Otín sigue de manera
esperpéntica e inverosímil. Al mismo tiempo que esos artículos eran retirados
por falta de credibilidad, el instituto de López-Otín
en Oviedo sacrifica toda su colonia de ratones, 6000 en total, (algunos,
modelos utilizados en todas esas publicaciones) por una infección, con un coste de cientos de miles de
euros de dinero público, sin contar el despropósito ético que supone.
Con todo esto, la academia, en vez de denunciar y pedir explicaciones
por esta competencia desleal, cerró filas en torno al investigador. El argumentario de sus "pares" fue: "Los errores no invalidan
la ciencia", "es un investigador de prestigio e íntegro" o "han ido claramente
a por él". Y cuando Otín volvió de su retiro en París
lo recibieron como a un héroe. A Leonid Schneider, el periodista
alemán, al que en la Universidad de Oviedo llaman "el ruso" y que destapó
el escándalo, le intentaron sonsacar el nombre del informante y es que la
represión hacia aquellas personas que osan desafiar al poder establecido es
una constante en la ciencia española. Es importante citar este artículo del blog Investigadores en paro donde
analizan más en profundidad el asunto.
Si piensan que esto es una de esas manzanas podridas, unos datos: Entre
1973 y 2012 se ha multiplicado por 10 el número de artículos retirados (del
inglés "retracted" ), solo
el 21% se debía a errores, el resto a fraude. El 2% de los investigadores admite haber falseado
resultados y el 34% otras prácticas cuestionables. Y se calcula que el 70% de los investigadores no puedan
reproducir resultados de otros o incluso propios.
Reflexión
Estos son ejemplos, no manzanas podridas, de un
sistema tecnocientífico que está saturado. El cuello
de botella es muy estrecho, son pocos los doctores que pueden terminar
trabajando como investigadores. Además, la saturación y la mercantilización de
la investigación en forma de publicación y patente llevan a una competencia
feroz por ser el primero. Unos pelearán por un proyecto y otros por un contrato;
y ambos lo necesitan para seguir empujando la rueda.
No se puede pretender que el trabajador de la ciencia resista toda esa presión
únicamente con la ética. Esto no quiere decir que a los investigadores no les
queda otra que ser corruptos. Pero el fraude es mayor de lo que se piensa y es
de una amplia gama de grises. Se produce a través de una multitud de técnicas
que van desde el maquillaje estadístico o la repetición de experimentos que
consigue la obtención del resultado esperado, hasta el más puro y vil engaño.
Manipular un resultado para publicar mejor se llama fraude, pero cuando
lo enfocamos desde fuera, desde la sociedad, se le debe llamar corrupción.
El modo de producción del conocimiento en la actualidad, mercantilista,
reduce la calidad epistemológica al someter a sus trabajadores a una gran
presión por producir y eso incentiva el fraude. El filósofo Javier
Echeverríadice: "las
teorías científicas devienen capital y el conocimiento y las innovaciones
basadas en ciencia se convierten en mercancía."
Así es: esa mercancía se materializa en el sistema público en forma de
patente y/o artículo, que capitalizará el grupo de investigación que lo
publica. Cuanto "mejor publicado" esté el artículo, más índice de impacto, más
valor tendrá el artículo, más financiación recibirá el grupo, que podrá
reinvertirlo en más medios de producción para seguir siendo el primero en
publicar "mejor". Además, se penaliza la publicación (socialización) de los
resultados que no lleven a mejoras tecnológicas, quedándose en los cajones
piezas imprescindibles para formar el puzle de la naturaleza.
La ciencia necesita controles de evaluación, pero los incentivos deben
fundamentarse en el servicio público, el descubrimiento o el prestigio
académico basado en la honestidad. Los incentivos deberían estar libres de
mercantilización o presión económica. Y es que al presionar a los
investigadores a que salgan únicamente los resultados que les van a dar más
fama y financiación, estos trabajadores de la ciencia son obligados a dejar la
vocación en pos del mercado minando la credibilidad del sistema científico en
la sociedad.