Boletín
Nº 190 - septiembre 2018
Transparencia e independencia en
investigación
Conflictos de interés que empañan
carreras científicas
El prestigioso oncólogo Josep Baselga ha hecho público hace unas horas que
abandona la dirección médica del Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York,
días después de que The New York Times
denunciase que no había declarado su relación con la industria en sus estudios.
No es raro que surjan este tipo de
vínculos. Lo que hay que hacer es declararlos, opinan los expertos.
Núria Jar | | 14
septiembre 2018 11:36
Josep Baselga en una imagen del Memorial
Sloan Kettering Cancer Center. El oncólogo ha renunciado a la dirección médica
del centro por no haber declarado sus conflictos de interés con la industria.
El pasado 9 de septiembre, el diario The New York Times publicó en la portada de su edición dominical que Josep Baselga
"omitió los lazos financieros de docenas de artículos de investigación en
prestigiosas publicaciones". El reportaje, elaborado en colaboración con ProPublica, denunciaba que en los
trabajos del destacado oncólogo no se informaba sobre el conflicto de interés de sus investigaciones con la industria.
Baselga había recibido financiación de varias empresas farmacéuticas y biotecnológicas y no había avisado de
ello.
Este tipo de conflicto surge cuando el criterio y las acciones de
una persona pueden verse influenciadas por otros intereses. "Declararlos es una
obligación ética con la comunidad, los pacientes y la sociedad", comenta a Sinc
por teléfono Álvaro Rodríguez-Lescure, vicepresidente de la Sociedad
Española de Oncología Médica(SEOM).
No solo la ciencia, otros ámbitos, como la política, pueden verse afectados por
esta cuestión deontológica. Por ejemplo, la
ley de incompatibilidades de 2015 sobre altos cargos establece que
estos deben esperar dos años antes de colaborar con empresas privadas. Esta
medida pretende evitar lo que se conoce vulgarmente como ‘puertas
giratorias’.
Por qué hay que declararlo
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Cuadro de datos
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El
conflicto de interés puede sesgar el diseño de un ensayo clínico para
probar un fármaco
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En investigación, el conflicto de interés puede sesgar el diseño de un experimento o un
ensayo clínico para probar un fármaco y la difusión de los
resultados. El disclosure, concepto
anglosajón que hace referencia a la revelación por parte del científico del
conflicto de interés con la industria, es una garantía de transparencia e independencia
en sus artículos científicos y en las presentaciones en congresos.
Tanto la Sociedad
Estadounidense de Oncología Clínica (ASCO), desde 1994, como la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO),
más recientemente, defienden la necesidad de hacer explícito el conflicto de
interés. "Nos adherimos al espíritu de las dos sociedades", dice
Rodríguez-Lescure en nombre de la SEOM.
Las políticas de independencia editorial de ESMO se
aprobaron a finales del 2011, entraron en funcionamiento al año siguiente y se
revisaron en 2015. Su criterio establece que el conflicto de interés debe darse
a conocer a partir de los 500 euros, a título personal, y de los 10.000 euros,
en el caso de las instituciones, recibidos durante los últimos doce meses.
Aparte, ESMO también tiene en cuenta intereses no financieros, como las asesorías en compañías privadas.
Los estadounidenses son más concretos si cabe. ASCO
establece hasta ocho relaciones con la empresa que los investigadores deben dar
a conocer: empleos remunerados,
puestos de liderazgo, actividades de
consultoría, conferencias, testimonios
de expertos, intereses de propiedad,
fondos de investigación y honorarios
por intereses de propiedad intelectual.
Cuadro de datos
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Según un estudio
publicado el mes pasado, un tercio de los oncólogos no revela su relación
con el espónsor del ensayo
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Las relaciones entre científicos e industria no se
consideran impropias de por sí, siempre y cuando se pongan de manifiesto para
preservar valores, según ASCO, de "equilibrio, independencia, objetividad y
rigor científico" de investigadores, programas de investigación y formación,
y guías de práctica clínica. En cambio, la realidad es otra. Según un estudio publicado el mes pasado en JAMA Oncology, un tercio de los
oncólogos no reveló su relación con el espónsor del ensayo clínico.
Replantearse el conflicto de intereses no es baladí. Ambas
sociedades han actualizado sus políticas en varias ocasiones para adaptarlas
a los cambios en investigación. La última
versión de ASCO fue revisada en 2013 con fuerte polémica entre la
comunidad investigadora y fracasó en la regulación de algunas medidas al
asemejarlas a las que se toman en la arena política.
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Inicialmente, la intención de ASCO era que sus dos revistas
científicas, Journal of Clinical Oncology
(JCO) y Journal of Oncology Practice JOP),
no aceptaran manuscritos de autores en posición de primero, último y de
correspondencia, que hubiesen sido empleados, inversores o conferenciantes de
compañías médicas durante los dos años previos al envío del artículo. El
revuelo que causó aquella medida la dejó en suspenso y cuatro años más tarde se retiró.
Dejando esta polémica de lado, en la última revisión de
políticas, a diferencia de las anteriores, ASCO amplió la declaración del
conflicto de interés a todo tipo de trabajos, no solo a los ensayos clínicos; a
las organizaciones, no solo a los individuos; y al primer y último autores, así
como los de correspondencia, no solo al investigador principal.
"Lo malo no es tener
conflictos, sino no declararlos", aclara Rodríguez-Lescure, que opina que
la transparencia y la honradez "se echa de menos en muchos ámbitos de la vida,
no solo en la ciencia".
La declaración de los investigadores siempre es por
iniciativa propia, una limitación de la que ASCO admite no tener ni "la
autoridad" ni "los medios" para verificar esta información. Más allá de la
honorabilidad del investigador, las sanciones por no respetar el conflicto de
interés no están claras y cada revista establece un período en el que el
científico no puede volver a publicar en esa cabecera.
Cómo se publica un artículo científico
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Cuadro de datos
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Más allá de la
honorabilidad del investigador, las sanciones por no respetar el
conflicto de interés no están claras
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La publicación de un artículo científico es una tarea ardua. Primero, los investigadores mandan el
manuscrito del trabajo a la revista científica donde quieren difundirlo. Si es
aceptado, el artículo pasa por un proceso de revisión por pares, en el que
expertos anónimos examinan el texto y lo revisan para pedir las modificaciones
oportunas a sus autores antes de la publicación.
En este proceso, la declaración de conflicto de intereses es
clave. Muchas veces, sin esta aclaración el texto no pasa al proceso de
revisión por pares. Por ejemplo, la política
de las revistas de la Asociación Estadounidense para la Investigación sobre
Cáncer (AACR) exige a los autores que dejen constancia de ello en la primera
página del trabajo, incluso si este no existe.
Cuadro de datos
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Cuando la industria
financia el estudio, la transparencia se vuelve más relevante
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Pero aquí cada maestrillo tiene su librillo. No existe
unanimidad en la fórmula universal a la hora de declarar el conflicto de
intereses, por mucho que el Comité Internacional de Editores de Revistas
Médicas crease un formulario para intentar unificarlo. De todas
formas, todos son "repetitivos y exhaustivos", según Rodríguez-Lescure, que
dice haber respondido sobre ello hace dos días al someter un artículo a
revisión.
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Sobre la fuente de
financiación de los estudios, ASCO considera que si la totalidad o una
parte del trabajo está sufragado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH,
por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, la objetividad y la
independencia están aseguradas al contar con dinero público. En cambio, cuando la industria financia el estudio
la transparencia se vuelve más relevante.
El conflicto
de interés, sea o no financiero, es "ubicuo" en medicina, señala un artículo de opinión de 2012 en JAMA, que recuerda que el remedio más adecuado es su declaración.
Sin embargo, sus autores advierten que la revelación no es "la panacea" y tiene
también efectos adversos, como la autoridad moral para mostrar resultados sin
contrastar. Al final, ser honesto es un compromiso ético y moral con la
transparencia en investigación.
Zona geográfica: Internacional
Fuente:SINC
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