Boletín Nº 178 - Septiembre
2017
Radar latinoamericano: ciencia
reintegrada a la cultura
Crédito de la imagen: Bardo Científico Uruguay
De un vistazo
Un
creciente movimiento en la región busca fortalecer vínculos entre ciencia y
cultura.
Se evidencia
bajo la forma de iniciativas de educación y divulgación de la ciencia
Y
sobre todo por la proliferación de manifestaciones culturales que se inspiran
en la ciencia para producir arte.
Con la grave crisis que asola la
ciencia en las Américas,
el debate político invadió de una vez la arena científica. Los investigadores
de diferentes partes del continente hablan en público de la situación crítica
por la que pasan. Tanto en los periódicos, en las redes sociales o en las
calles, protestan de forma contundente contra los recortes de fondos, la
suspensión de becas y el desmantelamiento de sistemas de CyT
cuyo armado llevó años de trabajo. Hay científicos que consideran hasta
postularse a cargos políticos o incluso crear un nuevo partido dedicado a las
cuestiones científicas.
De forma más tímida y
menos conturbada, observamos un movimiento interesante de fortalecimiento de
los vínculos entre la ciencia y otro segmento fundamental de la vida en
sociedad, que es la cultura. En un pasado remoto, estos dos campos se
encontraban unidos, pero luego transitaron un proceso de alejamiento desde el
advenimiento de la ciencia moderna, que relegó otras formas de conocimiento a
segundo plano. Pero si la institucionalización y la superespecialización
de la ciencia contribuyeron históricamente a esta separación, su creciente
presencia en lo cotidiano de la sociedad y la interdisciplinaridad tan
defendida hoy en el medio académico parece abrir espacio para un acercamiento
entre ellas.
Evidencia de ello es
la proliferación en los últimos años de dos fenómenos que ocurren de forma
paralela. Uno de ellos es la multiplicación de iniciativas de educación y
divulgación de la ciencia que toman prestado recursos
de distintos campos artísticos para alcanzar sus objetivos. El otro es la
diseminación de obras artísticas que abordan temas científicos, es decir,
manifestaciones culturales —en las artes plásticas, en el cine, en el teatro,
en la literatura, en series de TV— que se inspiran en la ciencia para producir
arte.
Los congresos de la Red de Popularización de la
Ciencia y la Tecnología de América Latina y el Caribe (RedPOP)
han sido lugares privilegiados para observar el desarrollo de ambos fenómenos.
Los dos últimos encuentros, en 2015 en Colombia y en 2017 en Argentina,
destacaron las iniciativas que buscan conectar la ciencia, el arte y la
cultura, mostrando las maneras en que la riqueza y la diversidad cultural
latinoamericana pueden ayudar a la ciencia a ser más visible para los países de
la región, donde la cultura científica aún es frágil.
Arte en la popularización de la
ciencia
Como ejemplo de lo que se presentó en los dos
recientes congresos de la RedPOP, hay hoy en América
Latina una gran diversidad de actividades dirigidas a la popularización de la
ciencia que buscan una aproximación entre el arte y la cultura. El cine, la
literatura y el teatro, por ejemplo, se han sumado a estrategias más
tradicionales de divulgación científica como forma de hacer más interesante y
atractivo el aprendizaje de conceptos científicos y de estimular el debate
sobre diferentes aspectos de la ciencia y de la vida de los científicos. Así se
busca una mayor aproximación entre ciencia y sociedad, que todavía tiende a
verla como algo distante de su cotidiano.
A pesar de las buenas intenciones, gran parte
de estas iniciativas promueven menos una interacción significativa entre
ciencia, arte y sociedad y más un uso instrumental de recursos artísticos,
privilegiando muchas veces la transmisión de contenido de forma didáctica.
Para una parte de los propósitos de la divulgación científica, aún así son válidas, pero hay dudas sobre si realmente
contribuyen a la mayor inserción de la ciencia en la cultura general.
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"Hay espacio para mucha más
ciencia en el caldero cultural latinoamericano".
Carla
Almeida
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En ese sentido, el
movimiento también creciente de llevar la ciencia hacia donde la gente suele ir
para divertirse, como plazas y bares, parece ser más interesante. La tradición
de los cafés científicos, que comenzó en Europa con esta propuesta, se extendió
por América Latina, pasando por una serie de adaptaciones e innovaciones. Hoy,
además de los cafés, en Brasil hay chopps científicos, entre una serie de otras modalidades de
eventos que sacan a la ciencia de su ambiente formal de producción y la llevan
a lugares de conversación y entretenimiento. En septiembre de 2016, una serie
de actividades en esa línea se desarrollaron en el marco de la iniciativa "Ciencia en la ciudad", como parte del I Foro Abierto de Ciencias de
Latinoamérica y el Caribe, en Uruguay.
En ese escenario de
ciencia descontracturada, vemos surgir un nuevo
género repleto de humor, que se llama "monólogo científico" y que tiene su
origen en concursos de presentaciones breves sobre temas científicos, en los
cuales las herramientas tradicionales de presentación como el powerpoint, son mal vistas o incluso prohibidas. Algunos
ejemplos de estos concursos son FameLab, Science Slam y My Thesis en
180 Seconds. En el encuentro de la RedPOP de este año, el
público se divirtió mucho en una sesión de siete monólogos sobre temas tan
diversos como átomos, plancton y tiburones. Entre los monologuistas
había investigadores e integrantes de colectivos como el argentino Poper y el uruguayo Bardo, que se aventuran en este nuevo género de divulgación científica con humor
y están cautivando una platea cada vez más diversificada, dentro y fuera del
medio científico. El desafío es salir del círculo de aquellos que ya están
interesados en la ciencia.
Ciencia en manifestaciones culturales
El punto más alto del congreso
de la RedPOP fue, sin embargo, la programación
cultural, con obras artísticas permeadas por la ciencia, pero sin compromiso
directo con su popularización. La intervención acústica del grupo Música
Inaudita, el espectáculo acrobático Leonardo TP No1, inspirado en textos de Da
Vinci, y el musical Christiane, sobre la vida y obra
de la investigadora franco-argentina Christiane Dosne de Pasqualini, fueron
ovacionados de pie por el público, visiblemente encantado y emocionado. Se
trata de obras de artistas profesionales, que en algún momento buscaron
inspiración en la ciencia. Están o ya estuvieron en cartelera en diferentes
ciudades, accesibles al público en general. Estos y otros tantos ejemplos de
manifestaciones culturales inspiradas en la ciencia —y no pautadas por ella—
tal vez sean uno de los mejores termómetros para medir el nivel de inserción de
la ciencia en la cultura.
En la Argentina de
Jorge Luis Borges, que fue un eximio divulgador de la ciencia sin proponérselo,
está repleta de encuentros exitosos entre ciencia y cultura. Además de los
ejemplos ya citados, vale mencionar las instalaciones del artista
plástico Tomás Saracenoque estuvieron en cartelera en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
hasta finales de agosto. El artista, nacido en Argentina y radicado en
Alemania, es un aficionado a las arañas. En su estudio en Berlín desarrolló
métodos innovadores para investigar telas de arácnidos que generaran
intercambios prolíficos entre ciencia y arte, y el resultado fue una obra
estéticamente bella e impactante: supertelas tejidas
por 7.000 arañas que trabajaron durante seis meses en el museo argentino.
En Brasil también
tiene buenos ejemplos de encuentros fortuitos entre ciencia y arte, incluso en
la cultura popular. No es raro encontrar referencias a la ciencia y a la
tecnología en la música y en la literatura popular, tampoco en novelas e incluso en enredos de carnaval. Vemos también la presencia cada vez mayor de
la ciencia en la escena teatral, en espectáculos de pequeña, media y gran
producción, como el reciente montaje de La vida de Galileo, de Bertold Brecht,
producida y protagonizada por Denise Fraga. La obra, que llegó a los escenarios
de los teatros más importantes del país, actualiza las dificultades y los
dilemas enfrentados por el científico florentino y las reflexiones del
dramaturgo alemán sobre libertad, ciencia y sociedad.
Ejemplos como estos
sugieren que es menos cuando se transmite y se explican conceptos o se dan
orientaciones, y más cuando se hace reír, emocionar y provocar la reflexión
sobre la vida y la condición humana, que la ciencia logra llegar a más gente e
insertarse realmente en la cultura. Pero los ejemplos que tenemos todavía son
pocos. Hay espacio para mucha más ciencia en el caldero cultural
latinoamericano.
Debemos, por lo tanto, propiciar más
interacciones significativas entre ciencia y arte. El fortalecimiento de la
cultura científica es fundamental para que las personas reconozcan a la ciencia
como parte de sus vidas, que la incorporen como valor indispensable y que, en
momentos de crisis como este, luchen por ella. Con las graves amenazas a la
ciencia y sin una mayor apropiación social del conocimiento producido por ella,
el desarrollo científico de América Latina puede estar altamente comprometido.
Carla Almeida es periodista brasileña
especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación
científica y comprensión pública de la ciencia. Ha colaborado con SciDev.Net
desde 2005.
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