Boletín Nº 169 -
Noviembre 2016
Radar Latinoamericano: la
amenaza de un apagón científico
Crédito de la imagen: Fiocruz/Vinicius Marinho
De un vistazo
México,
Argentina, Brasil, Costa Rica y Panamá anuncian o preparar recortes a
presupuesto de CyT
Esta
avalancha de reducciones tiene consecuencias que ya se sienten
La
pregunta es por qué recortar estas áreas en tiempos de crisis, mientras los
países desarrollados hacen lo contrario
Una ola
abrumadora de recortes presupuestarios está afectando a la ciencia y la
tecnología en América Latina. En México, para 2017, el sector puede contar
con hasta 20% menos recursos. En Argentina la amenaza es de una
reducción de 35% de los
fondos disponibles para la investigación el próximo año. En Brasil, donde el
presupuesto federal para la ciencia y la tecnología este año es 40% inferior al
de 2013, el sector tendrá que compartir sus escasos recursos con el área de
Comunicaciones en 2017.
Como se señaló en
el Radar Latinoamericano publicado en
setiembre, Brasil pasa
por una desestructuración de su sistema de CyT, con
la eliminación de su órgano de gobierno —el Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación (MCTI), que fue fusionado con el de Comunicaciones— y la reducción
de órganos centrales del sector. Para agravar la crisis, una Propuesta de
Enmienda a la Constitución que se encuentra en estudio en el Congreso y prevé
un límite de crecimiento del gasto público a la tasa de inflación por 20 años,
puede congelar el peor presupuesto federal para la ciencia brasileña en los
últimos tiempos.
No obstante, lo
que en un principio parecían ser casos aislados se ha transformado en una
tendencia en la región, que alcanza incluso a países de América Central, donde
el desarrollo científico sigue siendo más frágil e incipiente. Países como Costa Rica y Panamá están sufriendo una escasez cada vez mayor de
inversión federal en la CyT.
Además de revelar
una desvalorización desmedida de la ciencia latinoamericana, esta tendencia
rompe bruscamente una trayectoria de dos décadas de crecimiento y mayor
visibilidad que tenía el sector en la región en el escenario internacional. En
este período hemos visto un aumento significativo en la cantidad de maestrías y
doctorados, de artículos científicos publicados y de patentes registradas en la
región.
No es
coincidencia que el incremento de la inversión en CyT
en América Latina superara, durante este período, el propio crecimiento económico
de la región. Brasil llegó a invertir 1,2% de su PIB en el sector en 2013, un
récord regional, aunque todavía lejos de los 2,8% de Estados Unidos, 3,3% en
Suecia y 4,1% en Corea del Sur.
La ola de
recortes también va a contramano de lo que ocurre en las economías más fuertes
del mundo que, incluso en tiempos de crisis, buscan mantener sin cambios las
inversiones en investigación y desarrollo, porque saben que son estas
actividades las que van a garantizar el progreso en el futuro. De ahí, entonces,
surge la pregunta: ¿Por qué América Latina trata a la ciencia y a la tecnología
tan diferente que los países desarrollados?
Lugares de desarrollo y fuentes
de financiación
Hay varias
maneras de tratar de responder a esta pregunta. Una es ver dónde se concentran
la ciencia, la tecnología y la innovación en unos y en otros países, y observar
de dónde provienen los recursos de los que dependen.
En los países
desarrollados, la ciencia, la tecnología y la innovación tienen, en general, un
vínculo fuerte y dinámico entre sí y con la industria; están directamente
relacionados con el sector productivo y son impulsados principalmente por la
financiación privada. Los gobiernos tienen que invertir principalmente en las
ciencias básicas y en áreas estratégicas para el país que dependen de la
ciencia y la tecnología de vanguardia para su desarrollo.
En estos países,
el aumento de la inversión en CTI significa una mayor producción científica, un
aumento en la cantidad de patentes científicas y el desarrollo de productos de
alto valor agregado. En poco tiempo, esos productos se ponen a disposición para
el consumo en la sociedad en la que fueron desarrollados, y se pueden exportar
al resto del mundo en función del interés que generen.
En gran parte de
los países latinoamericanos, la ciencia y la tecnología tienen lugar
principalmente en la universidad, son financiadas en general con fondos
públicos y están alejadas y desconectadas del sector productivo. Como hemos
visto, el aumento de la inversión en el sector es capaz de impulsar la
producción científica en la región, pero tiene un menor impacto en el registro
de patentes. Aún así, no siempre el conocimiento producido y las patentes
registradas se transforman en servicios y productos.
Y es aquí donde
entra la innovación, o más bien la falta de ella. En América Latina todavía
tenemos muchas dificultades para hacer que las nuevas ideas e invenciones
lleguen al mercado. Apenas una pequeña porción de la ciencia y la tecnología
hecha en las universidades genera retorno económico directo para el país y
llega a la sociedad de forma tangible. Y así terminamos no usando medicamentos,
tablets y vehículos eléctricos que somos perfectamente capaces de producir;
importamos casi todo.
Pero, ¿por qué
sucede eso? Porque la inversión inicial para colocar un producto en el mercado
es muy alta y nadie está dispuesto a pagar la cuenta. El gobierno prefiere
comprar lo que ya está disponible en el mercado a precios más competitivos. Las
empresas, en economías que fluctúan mucho, no quieren correr riesgos con
grandes inversiones a largo plazo. Los consumidores, por su parte, quieren
tener acceso a los servicios y productos de calidad y a buen precio.
Conscientes de
este impasse y de sus consecuencias, diferentes países de América Latina han
tratado de crear las condiciones para impulsar la innovación. Brasil, por
ejemplo, aprobó en 2004 una ley que establece incentivos para la innovación y
la investigación científica y tecnológica en el ambiente productivo. Es cierto
que aún no vemos los resultados concretos de esos esfuerzos, pero no es trivial
ni rápido establecer un nuevo modelo para hacer y producir ciencia en los
países donde el sector ya está en etapas avanzadas de desarrollo. Ni tampoco
cambiar las reglas durante el juego.
Desastre a la vista
Entonces, esas
dificultades para generar productos y ganancias, ¿justifican los actuales
recortes de la CyT en la región? No, todo lo
contrario. Si todas las reducciones anunciadas finalmente se hacen y se
mantienen los bajos presupuestos, sus efectos se sentirán severamente en el
corto, mediano y largo plazo, poniendo en riesgo todo el progreso logrado hasta
el momento.
En poco tiempo
volveremos a perder las mentes más brillantes de nuestros países que se irán a
otras partes del mundo, en un fenómeno antiguo y bien conocido en América
Latina: la fuga de cerebros. Recientemente, este fenómeno había sido contenido
en cierta medida con mejores condiciones de vida, formación e investigación en
la región.
A mediano plazo nos
podemos preguntar quién va a analizar los problemas locales y regionales a los
que se enfrentará la ciencia, como las enfermedades tropicales, las
enfermedades asociadas con la pobreza y las tecnologías agrícolas adaptadas a
nuestros suelos y climas. Si no invertimos en eso, ¿quién lo hará?
Y a largo plazo,
los recortes actuales son una amenaza enorme para el futuro de América Latina. Reducir
los recursos en CyT significa más que frenar el desarrollo del sector;
significa retroceder, porque estas áreas se mueven a gran velocidad. Si no
damos continuidad al crecimiento de las inversiones en el sector, a partir de
un proyecto consistente y duradero y de una mirada más estratégica y atenta a
la importancia de la innovación, difícilmente conseguiremos integrarlo al
sistema de producción y construir, así, una economía basada en la CTI en la
región.
Carla Almeida es periodista brasileña
especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación
científica y comprensión pública de la ciencia. Colabora
con SciDev.Net desde 2005
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